Te bendecimos y te damos gracias en este día por tantas cosas como nos concedes y que son signo de tu amor: la vida, el amor, la salud, la familia, los amigos, en fin, tantas cosas buenas. Gracias por la palabra que nos diriges hoy para que meditemos tu Misterio de amor y de entrega.
Contemplarte en la cruz y cerca de ella a María nos habla de ternura. Se trata de una escena de tanta ternura que no sería arriesgado si dijéramos que al pie de la cruz nace la ternura cristiana y se modela según el amor. Y es que Tú en la cruz hiciste mucho más que preocuparte por el futuro material de tu Santísima madre, dejando en manos del discípulo su cuidado. La importancia del momento bastaría para descubrir que estamos ante una realidad mucho más profunda. En el discípulo estamos representados cada uno de nosotros, que recibimos una madre espiritual. Aquí está el gran legado que nos dejas: tu entrega de amor y la ternura de Tu Santísima Madre. Hoy te entregas por nosotros y nos regalas un testamento de amor en tus palabras: Tengo sed (Jn 19,28) esta palabra en la cruz nos muestra la prueba definitiva de tu amor, porque al igual que Tu tenemos sed de justicia, de amor y de corazón.
«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». Enséñanos a perdonar como tú nos perdonas, pero sobre todo hacer el bien para no tener dificultades.
«Todo está cumplido». ¿Qué pasaría por tu mente en ese momento? Quizá las pocas fuerzas que te quedaban bastaron para hacer un repaso por las profecías que sobre Ti se hicieron. Tus Palabras son el aliciente que tenemos para cumplir tu voluntad y la del Padre. Ayúdanos a comprender tu misterio de amor para vivir la plenitud de servicio y entrega y que hoy solidariamente hagamos el camino de la cruz. Permite, Señor, que inspirados por tu Espíritu tengamos muy en cuenta hacer la voluntad del Padre celestial como Tú lo hiciste, abrazar la cruz de cada día y saber que la muerte no es el fin, sino el comienzo. Bendícenos y guárdanos en tu misericordia.
Un recogedor viernes santo para todos.