Los fieles se encontraban dispuestos a ganar la indulgencia plenaria por el año jubilar extraordinario de la misericordia que convoca el papa Francisco.
El padre Luis María al iniciar su homilía reflexionó sobre la misericordia, que es la actitud más grande que se puede tener.
Dios empleó a su Hijo para salvarnos, que ninguno se condene para que todos tengamos vida eterna. La pregunta es: ¿Qué hemos hecho para que el Señor venga a nosotros? La respuesta es: Nada.
En el sacramento de la reconciliación Dios dice: “Yo te perdono, vete en paz.” El Señor no se cansa de perdonarnos. Él no nos aparta de su amor. Él nos ama a todos por igual, no tiene distinción de raza, género, color de piel
Al venir hoy ganamos la indulgencia plenaria, con la cual se borran los pecados que hemos confesado. Simplemente venimos a visitarlo en este templo y a celebrar la eucaristía. ¿Cómo hacer para vivir la misericordia de Dios? El Señor nos pide que le demos el corazón y el sabrá que hacer con nosotros, llenar el corazón de su inmenso amor, ese amor que está por encima del pecado. Muchas veces nos cuesta perdonar a aquel que se equivoca.
Dios es lo único y más importante que existe en el universo para ti. Es triste escuchar que Dios no me quiere, no me ama. Dios te acepta así como eres. Dios siempre te está buscando como a la oveja perdida, aunque te escondas de Él, te busca porque te ama y quiere que algún día estés a su lado. Dios no tiene límites, bueno…, tiene un límite y es que respeta tu libertad.
En la homilía el padre Luis María Carreño reflexionó acerca del evangelio de San Juan (6, 60-69) diciendo que hoy Jesús te reta realmente, ¿te quieres ir? ¿Qué le contestamos? Pedro le dice: ¿adónde vamos Señor si tú tienes Palabras de vida eterna? En ti encuentro la misericordia, la salvación, sin ti me siento el hombre más frustrado.
Contigo Señor todo es posible, la eucaristía es el anticipo del banquete celestial.
Transcurrió la misa con la consagración de las especies del pan y vino que se convierten en cuerpo y la sangre de Cristo. Rezamos el Padre Nuestro y compartimos la paz. Luego de la oración postcomunión el padre Luis María impartió la bendición.
Las personas se veían contentas, agradecidos por la eucaristía y se percibía la fraternidad unos con otros. Son momentos que se viven en comunidad y con el padre Luis María que es nuestro Pastor y que Dios ha designado como nuestro párroco.