La imposición de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo.
La Cuaresma comienza con el miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón, que nos conduce a la Pascua en la Semana Santa.
Recordemos:
“Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida”
*“Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás" * “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”.
Cuaresma es un tiempo para preparar la Pascua de Jesús, donde todos morimos al pecado para resucitar con Cristo a una vida nueva, para vivir resucitados.
La Imposición de Ceniza también es una manera de recordar que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo. Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello bueno que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos.
Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, adoptamos una actitud de querer mejorar, de querer una mejor amistad con Dios y con nuestros hermanos. De ser mejores seres humanos.
El miércoles de Ceniza y el viernes santo son días de ayuno y abstinencia. La abstinencia obliga a partir de los 14 años y el ayuno de los 18 hasta los 59 años. El ayuno consiste hacer una sola comida al día y la abstinencia es no comer carne. Pero lo verdaderamente importante es pedir perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida para agradarlo siempre y hacer la Caridad con el necesitado.
La oración en Cuaresma es importante, ya que nos ayuda a estar más cerca de Dios para poder cambiar lo que necesitemos cambiar de nuestro interior. Esto quiere decir que no se trata de hablar mucho o repetir oraciones de memoria sino de escuchar a Dios. La oración es conformarnos con su voluntad. Por eso no necesitamos decirle muchas cosas. La sinceridad que usemos sale de lo profundo de nuestro corazón porque a Dios no se le puede engañar.
Necesitamos convertirnos, abandonando el pecado que nos aleja de Dios. Cambiar nuestra forma de vivir para que sea Dios el centro de nuestra vida. Sólo en la oración encontraremos el amor de Dios y la amorosa exigencia de su voluntad. Al hacer sacrificios en este tiempo, hacerlos con alegría, ya que es por amor a Dios. Si no lo hacemos así, causaremos lástima y compasión y perderemos la recompensa de la felicidad eterna. Dios es el que ve nuestro sacrificio y es el que nos va a recompensar.
“Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo, ya recibieron su recompensa. Tú cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino Tu Padre, que está en lo secreto: y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará."
Como vemos, *la Ceniza no es un rito mágico, no nos quita nuestros pecados, para ello tenemos que celebrar el Sacramento de la Confesión y Reconciliación con un sacerdote. *La Ceniza es un signo de arrepentimiento, de penitencia, pero sobre todo de conversión, de cambio de vida. *La Ceniza es el inicio del camino de la Cuaresma, para acompañar a Jesús desde su desierto hasta el día de su triunfo que es el Domingo de Resurrección.
*La Cuaresma es un tiempo de reflexión sobre nuestra vida, de entender hacia dónde vamos, de analizar cómo es nuestro comportamiento con nuestra familia y, en general, con todas nuestras responsabilidades y nosotros mismos.
*La Cuaresma es un tiempo para reflexionar sobre nuestra existencia. *La Cuaresma es una oportunidad para convertir nuestra vida, de ahora en adelante en un seguimiento a Jesús, profundizando en su mensaje de amor y acercándonos en estos días al Sacramento de la Reconciliación o de la Confesión con el sacerdote. Allí obtenemos el perdón de Dios y nos reconciliamos con los hermanos.
El arrepentimiento es importante que sea sincero, reconociendo las faltas cometidas, como también el daño que nos hacemos a nosotros mismos y que le hacemos a nuestros hermanos y tener el firme propósito de cambiar y ser mejores y prometer no volver a caer ellas.
El arrepentimiento personal de nuestras faltas, por sí mismo no borra nuestras culpas, sino que necesitamos la gracia de Dios, la cual viene a nosotros por la absolución de nuestros pecados, expresada por el sacerdote en el sacramento de la confesión. Y luego hacer la Caridad con los necesitados.
Escuchar y leer el Evangelio, meditarlo y creer en él y con ello cambiar nuestra vida, siguiendo sus enseñanzas y evangelizando, es decir, transmitiendo su mensaje con nuestras acciones y nuestras palabras buenas y positivas.