Alegre y bendecido despertar, ya que lo hacemos en tu nombre y en el mismo iniciamos nuestras labores. Hoy en tu palabra preguntas a Pedro: «¿Pedro, me amas?». Es seguramente un momento duro para Pedro, en cuya memoria estaban las negaciones durante el juicio que provocó tu condena y muerte. Pedro te va confesando su amor y su fe en Ti: «Sí, Señor, tú, sabes que te quiero». Tres veces le preguntas y tres veces te respondió con una confesión de amor incondicional. Tres veces, también le diste el encargo de apacentar tu rebaño, que necesita un guía para salir adelante venciendo las dificultades.
Hoy conviene que escuchemos tu voz, que nos está interrogando a cada uno de nosotros de forma personal: ¿Y tú, me amas? Una pregunta sencilla y muy difícil de responder. Sabemos que Tú nos amas sin medida, pero, a veces, a nosotros nos cuesta confesar que eres el centro de nuestra vida, que sin Ti no somos nada, que te necesitamos en todo momento, no sólo en las angustias y dificultades sino también en los momentos de alegría y felicidad. Permítenos hoy decirte como Pedro: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo». Ayúdanos a saber apacentar tu rebaño, que son nuestros hermanos necesitados de afecto y de cariño y que no son lejanos a nosotros, porque son nuestra familia, compañeros de labores y cercanos a nuestro diario vivir. Bendícenos abundantemente hoy y siempre. Amén.
Feliz y santo viernes.
Meditación del Papa Francisco
«¿Me amas?... Apacienta mis ovejas». Las palabras de Jesús a Pedro en el Evangelio de hoy son las primeras que os dirijo, queridos hermanos. Estas palabras nos recuerdan algo esencial. Todo ministerio pastoral nace del amor... nace del amor. […]
Ser embajador de Cristo significa, en primer lugar, invitar a todos a un renovado encuentro personal con el Señor Jesús (Evangelii Gaudium, 3), nuestro encuentro personal con él. Esta invitación debe estar en el centro de vuestra conmemoración de la evangelización de Filipinas. Pero el Evangelio es también una llamada a la conversión, a examinar nuestra conciencia, como personas y como pueblo. Como los obispos de Filipinas han enseñado justamente, la Iglesia en Filipinas está llamada a reconocer y combatir las causas de la desigualdad y la injusticia, profundamente arraigadas, que deforman el rostro de la sociedad filipina, contradiciendo claramente las enseñanzas de Cristo.
El Evangelio llama a cada cristiano a vivir una vida de honestidad, integridad e interés por el bien común. Pero también llama a las comunidades cristianas a crear “ambientes de integridad”, redes de solidaridad que se extienden hasta abrazar y transformar la sociedad mediante su testimonio profético. (Homilía de S.S. Francisco, 16 de enero de 2015).